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31 mar 2014
24 mar 2014
23 mar 2014
Biografía de San Francisco Javier
San Francisco Javier estuvo
en la India y fue testigo de las persecuciones a los cristianos. Había una
tribu cuyos guerreros luchaban con castilletes que hacían encima de los
elefantes, desde los que lanzaban flechas venenosas. Un buen número de cristianos
murió, otros quedaron cautivos y muchos huyeron a las cuevas de los arrecifes,
donde morían de hambre y de sed. Javier logró reunir veinte barcos de vela para
ir a socorrer a los cristianos, pero no pudieron llegar debido a una fuerte
tormenta. Como no se daba por vencido, el intrépido misionero fue a auxiliarlos
por tierra. Volvieron los enemigos con sus elefantes y sus flechas, aunque esta
vez quedaron aterrados al ver de un tamaño gigantesco a Javier con el crucifijo
en alto.
- ¡Eh, vosotros! ¡Convertíos
al Evangelio y dejad de matar a los cristianos! – exigía el santo navarro.
- ¡Huyamos! ¡Estamos delante
de un monstruo! – ordenaba el jefe de los guerreros.
A este crucifijo le tenía un
gran cariño el santo. En una aterradora tormenta echó su crucifijo al mar,
atado con una cuerda que se rompió. Sin embargo, el mar quedó tranquilo. Cuando
pasaba Javier por la playa de otra isla, vio con gran alegría que un cangrejo
enorme le traía el crucifijo.
Pincha para leer la biografía de San Francisco Javier
19 mar 2014
La historia de la Semana Santa
HOLA, NIÑOS
Somos cuatro amigos de Jesús de Nazaret.
Nos llamamos Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Y nos gustaría contaros una
historia, que sucedió hace casi dos mil años. Aunque haya pasado el
tiempo nos acordamos muy bien. Seguro que vosotros tampoco la olvidaréis.
Al final os
haremos algunas preguntas. Si leéis con atención, acertaréis.
SAN MATEO (Domingo de Ramos)
Hola, amiguitos. Soy el Evangelista san
Mateo. Mirad, por aquel entonces Jesús era una persona muy conocida en
Jerusalén y en toda nuestra tierra. Había predicado a miles de personas,
había curado a ciegos, cojos, paralíticos y enfermos de toda clase. Todos
le querían. Bueno, casi todos. La verdad es que algunas personas
importantes no lo querían nada: le tenía envidia, no aceptaban sus
palabras y se enfrentaban con él.
Un día entró
Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el
Templo; volcó las mesas de los
cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas. Y les
dijo: «Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros
estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!». Aquel día los que no
querían a Jesús se enfadaron todavía más.
Jesús, que no era
nada tonto, se daba cuenta y a veces nos decía: “Mirad que tengo que
sufrir mucho, me matarán y a los tres días resucitaré”. Nos lo dijo en
muchas ocasiones, porque nosotros, los discípulos, no nos lo podíamos
creer. Sin embargo, poco a poco nos fuimos convenciendo de que había
mucha gente que quería matar al maestro. Sin embargo unos días antes de
que lo crucificaran ocurrió algo fantástico.
Jesús y los
discípulos estábamos cerca de Jerusalén y el maestro dijo:
—Id a la aldea de
enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino,
desatadlos y traédmelos.
Fueron dos discípulos
e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el
pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió
sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban
la calzada.
Y la gente que iba
delante y detrás gritaba:
—¡Viva el Hijo de
David!
—¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!
—¡Viva el
Altísimo!
Al entrar en
Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
—¿Quién es éste?
La gente que venía
con él decía:
—Es Jesús, el
profeta de Nazaret de Galilea.
Cuando vimos y
oímos todo esto, nosotros, sus discípulos nos llenamos de alegría.
También Jesús estaba contento, aunque algunos dicen que se le notaba un
poco preocupado. Sabía que todo podía cambiar de un momento a otro. Todos
decían: “viva”, pero podían cambiar pronto de opinión.
¿Os ha gustado la
historia? Leed ahora lo que nos cuenta Mateo.
SAN MATEO.-
Juan y yo, Mateo, os vamos a contar algunos
detalles de la cena más especial en la que nunca hemos participado. Todas
las familias de nuestro pueblo se reunían aquella noche. Comían y bebían,
recordaban cómo Dios los había liberado de la esclavitud de Egipto y le
daban gracias.
Jesús y cada uno
de los discípulos habíamos celebrado muchas veces la cena de Pascua. Pero
esta cena fue distinta. Ocurrieron cosas tan profundas, que casi no las
sé explicar.
En un momento de la
cena, Jesús tomó un pan y lo partió despacio, como si quisiera que no nos
perdiéramos nada de lo que hacía y decía. Nos miró a cada uno de los doce
apóstoles y nos dijo estas palabras:
—Tomad,
comed: esto es mi cuerpo.
Y después,
cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:
—Bebed todos;
porque esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para
el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid
hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.
Si os digo la
verdad, he de confesaros que no entendimos casi nada de lo que nos decía.
Pero poco a poco nos dimos cuenta de lo que Jesús nos quería enseñar con
sus gestos y palabras. Nos daba un poco de pan y un poco de vino, pero
con ese pan y en ese vino nos regalaba algo mucho más valioso: su amor y
su vida.
Aún ocurrió otra
cosa que nos dejó a todos impresionados, sobre todo a Pedro. Juan os lo
cuenta:
JUAN:
Cuando
menos lo esperamos, Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y,
tomando una toalla, se la ata al cinturón; luego echa agua en una palangana
y se pone a lavarnos los pies a nosotros, sus discípulos, secándoselos
con la toalla que se había ceñido. Nadie se atrevía a hablar. Sólo
algunos esclavos lavan los pies de sus señores... No podíamos comprender
cómo Jesús, que era nuestro jefe, nuestro Señor, pudiera caer tan bajo.
Todos
nos dejamos lavar los pies, pero cuando se acercó a Pedro, éste le dijo:
—Señor, ¿lavarme
los pies tú a mí?
Jesús le replico:
—Lo que yo hago,
tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.
Pedro le dijo:
—No me lavarás los
pies jamás.
Jesús le contestó:
—Si no te lavo, no
tienes nada que ver conmigo.
Simón Pedro le
dijo:
—Señor, no sólo
los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo:
—Uno que se ha
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio.
Cuando acabó de
lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
—¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis «El Maestro» y «El Señor», y decís bien,
porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo
para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
¡Cuántas cosas nos
enseñó Jesús en aquella cena! No las olvidaremos jamás.
SAN MARCOS (Viernes Santo)
Yo soy el
Evangelista San Marcos y os voy a contar la parte más triste de la vida
de Jesús. Cuando ocurrió esta historia, yo no era discípulo de Jesús. Era
todavía muy joven, pero vi todo lo que pasó. Jesús era para mí una
persona especial. Escuchadme con atención
¿Os
acordáis de lo que os han contado San Juan y San Mateo? Ellos os han
contado lo que sucedió en la cena. Y yo os voy a contar lo que pasó
después.
Jesús salió
de la sala y se llevo a Pedro, a Santiago y a Juan, y marcharon al Monte
de los Olivos. ¡Qué triste estaba Jesús! Sabía que pronto lo iban a matar.
Cuando lo pienso me dan ganas de llorar. Decía:
—Me muero de
tristeza.
Y rezaba, lleno de
terror:
—Padre: tú lo
puedes todo, Líbrame de la muerte. Pero
que no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
Mientras Jesús
rezaba, sus discípulos se durmieron. ¡Qué poco aguantaron! ¡No entendían
nada de lo que estaba pasando!
Cuando
estaba hablando con Pedro, Santiago y Juan, se presentó Judas, uno de
los discípulos más cercanos, y
con él gente con espadas y palos, mandada por las autoridades. Ellos
sujetaron a Jesús y se lo llevaron.
Judas había
traicionado a Jesús a cambio de unas monedas.
Y todos sus
amigos, se asustaron, lo abandonaron y huyeron.
Yo miraba
escondido todo lo que sucedía. Tan sólo me cubría una sábana. Alguien me quiso
agarrar pero, soltando la sábana, me escapé desnudo.
Condujeron
a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los jefes
religiosos. Lo acusaban de muchas mentiras y al final lo condenaron a
muerte por decir una verdad, por confesar que él era el Hijo de Dios.
Los
soldados y los criados le escupieron y lo abofeteaban.
El pobre Pedro no
se atrevió a decir que él era seguidor de Jesús. ¡Qué mal lo paso! Tenía
mucho miedo. Cuando canto un gallo, se dio cuenta de lo que había hecho y
lloró muchísimo.
Al día siguiente,
los sacerdotes con los ancianos entregaron a Jesús a Pilato.
Pilato
quería saber la verdad, y se dio cuenta de que Jesús era inocente. Pero
no quería quedar mal con los sumos sacerdotes. Como no sabía ya que hacer
preguntó al pueblo
—¿Qué hago con el
que llamáis rey de los judíos?
Y el
pueblo, engañado por los jefes religiosos gritaba
—Crucifícalo.
Crucifícalo.
Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio de Pilato. Le
pusieron una corona de espinas,
que habían trenzado, le golpearon la cabeza con una caña y le escupieron.
Jesús callaba, no abría la boca. A nadie devolvió mal por mal
Terminadas las
burlas, le pusieron una cruz en sus espaldas y llevaron a Jesús a un
monte. Lo crucificaron y se
repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Algunos
lloraban, otros se reían y le decían:
—¡Anda!, tú
que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la
cruz.
Desde la
cruz, Jesús, a pesar de que no tenía fuerza ni siquiera para sostener la
cabeza, dijo cosas impresionantes:
- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Padre, perdónales, que no saben lo
que hacen
- Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu
Jesús
murió. Cogieron su cuerpo, lo envolvieron en una sábana y lo colocaron en
un sepulcro.
SAN LUCAS
A
mí me toca contaros la parte más bonita de esta historia. ¡Cuánto me
gusta contarla! La Buena Noticia es ésta: ¡Jesús resucitó! No acabó todo
en la tarde del viernes santo. A los tres días resucito, tal y como nos
había dicho.
Es verdad que nadie le vio resucitar.
Pero empezamos a darnos cuenta de que algo maravilloso había sucedido
cuando María
Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la
losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y
fue donde estaba Simón Pedro y Juan, y les dijo:
—«Se han llevado
del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y
el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, Entraron
al sepulcro y vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían
cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un
sitio aparte.
Pero eso no fue todo. Jesús
resucitado se apareció a sus discípulos en muchas ocasiones. Recuerdo que
al
anochecer del domingo estábamos los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso
en medio y les dijo:
—«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto,
les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—«Paz a vosotros.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
A veces nos
costaba reconocerlo, pero os puedo asegurar que era él. Nos dimos cuenta
de que era Jesús cuando partía el pan y cuando, mirándonos con amor, nos
lo repartía.
Un
día los
sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió
que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran
gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.
Resucitó Jesús y él nos
resucitó a nosotros. Resucitó nuestra alegría, nuestra ilusión, nuestra
fuerza para anunciar a todos que Dios es nuestro Padre y nos quiere.
Si habéis leído con
atención, seguro que ahora sabréis responder a estas preguntas.
Inténtalo.
1.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan son:
2.
¿Qué celebramos el
domingo de Ramos?
3.
Cuando Jesús entró en Jerusalén...
4.
En la última cena...
5. ¿Qué dijo Jesús cuando partió el pan?.
6.
¿Qué pasó después de la última cena?
7.
Hemos leído que Jesús estaba triste aquella noche ¿por qué?
8.
¿Quien juzga primero a Jesús?
9.
¿Por qué lloró aquella noche Pedro?
10.
¿Qué hicieron Pilato y los romanos con Jesús?
11.
¿Que dijo Jesús cuando estaba en la cruz?
12.
Después de morir...
17 mar 2014
13 mar 2014
San Pablo actividades
San Pablo pasó de ser un perseguidor de los cristianos a ser perseguido. A raíz del encuentro con Jesús se cambió el nombre y pasó a llamarse "Pablo", que significa pequeño.
Haz las actividades que aparecen en las páginas siguientes.
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10 mar 2014
9 mar 2014
5 mar 2014
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