Foto del tiempo

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CAMPAMENTO DE VERANO

17 jun 2015

El circo de la mariposa


El actor mejicano Eduardo Verastegui lo ha vuelto a hacer. A través del cine, de la imagen, ha conseguido volver a conmovernos. A convertirnos. Convertirnos en el otro. En esta ocasión presenta ‘El circo de las mariposa’, un corto dirigido por Joshua Weigel y protagonizado por Nick Vujicic, un australiano de 26 años, nacido sin brazos ni piernas.

La discapacidad no cuenta si uno no se siente como tal. Ése es el mensaje, que la mariposa puede volar si se lo propone, puede realizar piruetas circenses, sin gravedad, o haciendo de su propia gravedad un mundo de capacidades. 20 minutos en los que se narra una transformación espiritual.

Un cortometraje sorprendente que transmite un mensaje optimista, humano, real. Una reflexión sobre cómo cada uno de nosotros tiene dentro de sí la capacidad de mostrar las sorprendentes posibilidades que ofrece la vida.

La libertad está en el interior. Eso también lo cuenta el cortometraje. En cada uno de nosotros reside la llave que nos abre la puerta a la felicidad. Y abrirla es tan fácil como proponérselo. Un ejemplo de ello es el mismo Vujicic, que ahora se de dedica a motivar y ayudar a las personas con discapacidad física a través de una organización que fundó hace un lustro llamada Life Without Limbs.

Ahora, te dejamos con el corto:  ¡No te dejará indiferente!


9 jun 2015

LA MEJOR RED SOCIAL DEL VERANO

ESTE VERANO ELIGE LA MEJOR RED SOCIAL:


La vida de Peter y su imperfecta familia

A continuación podéis ver el vídeo que cuenta la historia de Peter, un niño enfermo que fue adoptado por una familia que ya tenía 4 hijos biológicos. 

Los protagonistas de esta historia tienen muy claro que “para adoptar a un hijo no hace falta ser una familia perfecta o ideal, basta con ser una familia. Porque todos hemos nacido en familias imperfectas, todos hemos sido acogidos con familias imperfectas que nos han ayudado a crecer”.


Testimonio de una mujer que abortó

Durante una manifestación a favor del Aborto Cero celebrada en Madrid, se leyó el testimonio de una mujer que abortó, y que por su valor se reproduce en su integridad:


Soy española, tengo 32 años y hace nueve aborté. Espero que mis palabras sirvan para que si las escucha otra mujer que en algún momento se plantea abortar no lo haga porque es una decisión que te destroza por dentro y no tiene vuelta atrás. Cuando lo piensas te sientes angustiada, pero crees que si abortas esa ansiedad desaparecerá. No es así, lo que viene luego es mucho peor y siempre estará contigo. Desde el instante después de hacerlo supe que ese sufrimiento me acompañaría toda la vida.

Cuando aborté estaba terminando mi carrera y tenía novio. Todo me iba bien. Pero un día sospeché que estaba embarazada. Cuando lo confirmé sentí vértigo, un miedo que me paralizó.

Me venía constantemente una frase a la cabeza: “No estoy preparada” y en mi interior empecé a pensar en abortar. Me veía incapaz de ser madre, de cuidar a un hijo y hacerme responsable de otra vida. En el fondo, a pesar de tener más de veinte años me veía todavía como una niña, y no se puede ser a la vez madre y niña. 

También pensaba en mis padres. No teníamos buena situación económica y, en cambio, ellos siempre se habían esforzado mucho por proporcionarnos a mis hermanos y a mí una buena formación. ¿Cómo les iba a decir que estaba embarazada? ¿Qué clase de irresponsable era yo que les iba a añadir una carga más, con todo lo que me habían dado?

Pensé que mi novio me acompañaría y alentaría a seguir adelante pero no fue así. Él también tenía miedo. Me dijo que creía que no nos podíamos arruinar la vida tan pronto. No le culpo, la decisión fue de los dos, pero muchas veces me pregunto qué habría pasado si no hubiera sido tan tajante.

Fuimos juntos a la clínica abortista. Cuando recuerdo ese día siento asco. Me dí cuenta de que allí no eres más que un número para facturar dinero. Veía las caras en la sala de espera y se me hacía un nudo en el estómago. Había mujeres de diferentes edades. Algunas lloraban, otras estaban pálidas y calladas como tumbas. Algunas iban acompañadas, otras esperaban solas. Había mujeres que pasaban de la treintena y otras que parecían niñas. Miré sobre todo a una que estaba acompañada de sus padres. Me fijé en su gesto. Más que miedo reflejaba tristeza y rabia. Eso mismo lo he sentido yo muchas veces después. Llegué a preguntarme qué hacía yo ahí, pero estaba bloqueada, no podía salir de ese sitio. Simplemente había tomado una decisión y no se podía cambiar.

Cuando desperté de la anestesia me dolía todo el cuerpo. Estuve sangrando durante media hora. Creía que me quería morir. O mejor dicho, me quería morir. Me decía a mí misma: “Qué he hecho, qué he hecho…”. Habíamos decidido abortar para no arruinar nuestra vida y ahora yo veía que me la había destrozado para siempre. Me dolía lo indecible ser tan consciente de que al entrar en el quirófano había alguien dentro de mí y ahora estaba yo sola. Entramos dos en el quirófano, mi hijo y yo, y ahora estaba yo sola esperando a que parase la hemorragia. Lloré sin parar, sin poder contener una sola lágrima.

Me encerré en casa dos días seguidos a oscuras y llorando en mi habitación. No paraba de repetirme por qué había hecho algo así, por qué había matado a mi hijo. Ya no había vuelta atrás, ni posibilidad alguna de arreglar lo que yo misma había provocado.

Pronto empecé a dormir mal, a tener pesadillas y sentir una mezcla de ansiedad y tristeza que no podía frenar. Soñaba con niños desprotegidos que me pedían auxilio y yo no hacía nada. Me despertaba en mitad de la noche, pero en vez de sentir alivio por interrumpir la pesadilla, me hundía más porque la pesadilla era real. Había hecho lo peor que una mujer puede hacer.

Ya no era la misma. No disfrutaba, me mostraba irascible, quería llorar a escondidas cada dos por tres… y sentía un vacío dentro de mí que nada podía cubrir. Ese vacío siempre estará ahí, nunca cambiará.

La relación con mi novio se hizo imposible, a pesar de que yo quería perdonarle. 

Han pasado ya muchos años y no hay día que no me arrepienta de haberlo hecho. Todos los días pienso en mi pequeño, en que lo daría todo por tenerlo conmigo. La gente piensa que te acostumbras a vivir con esto, pero no es verdad, sólo te adaptas. Quise ocultarles a mis padres que había abortado, pero un día no pude más y se lo conté a mi madre. Gracias a ella y al apoyo de mi familia he podido salir a flote, me refugié en ellos como nunca antes. Ahora sé que si hubiera tenido a mi hijo habríamos contado con el apoyo de mi familia, pero entonces sólo me preocupaba qué iban a pensar.

He recibido terapia, y me ha ayudado mucho, pero el dolor más profundo no te lo puede quitar nada ni nadie. Simplemente aprendes a vivir con ello. Siempre tendré dentro de mí una sensación de pena enorme y constante por recordar que le hice algo así a mi propio hijo. Lo que más deseo en el mundo y le pido a Dios es que algún día pueda unirme con mi niño.


7 jun 2015

La soledad de Adán


LA SOLEDAD DE ADÁN (Gn 2, 4-25)



Nos cuenta el libro del Génesis que cuando Dios terminó de crear los cielos y la tierra, después de haber creado en último lugar al hombre a su imagen y semejanza, vio Dios todo cuanto había hecho y le pareció estupendo: “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien”.



Plantó un jardín en Edén para regalárselo enterito al hombre que él había formado con polvo del suelo y aliento de vida. Hizo brotar toda clase de árboles, con frutos sabrosos para comer. Por el jardín discurría un río que regaba abundantemente la tierra. De todos los árboles del jardín el hombre podía comer excepto de uno: el que estaba justo en medio, el árbol de la ciencia del bien y del mal. De ese árbol Adán no debía comer nunca, porque hacerlo le traería la muerte y Dios, que había dado la vida, no quería por nada del mundo verlo morir.
Adán tenía encomendada la hermosa tarea de labrar y cuidar aquél jardín precioso, sin embargo, a pesar de disponer de tantas riquezas no se encontraba plenamente feliz. Se sentía solo. No tenía con quién hablar, ni nadie que le contase sus cosas. Aquel paraíso estaba lleno de plantas, de agua, de amaneceres impresionantes y noches llenas de estrellas, pero a fin de cuentas, a él, le parecía vacío. Había demasiado silencio. Además ¿si no tienes con quién compartir tantas cosas hermosas de qué sirve tenerlas? Y eso que Adán conocía a Dios, pero le conocía como creador, pues de Él había recibido la vida y todos los bienes, pero deseaba tener a su lado alguien como él, con quien compartir la vida, el trabajo, y todo lo bueno que recibía de Dios.

Dios se dio cuenta de que Adán estaba triste y se preocupó mucho al verle con esa cara, así que pensó: “no es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Del suelo formó todos los animales del campo y las aves del cielo. El aire se llenó de gruñidos y graznidos, balidos y mugidos y había una algarabía enorme en el jardín del Edén. Aquello parecía una fiesta. Adán se quedó maravillado al ver tal cantidad de seres vivientes. Dios se los iba presentando y pasaban mansamente delante de Adán para recibir su nombre. El hombre puso nombres a todos ganados, las aves del cielo y a todos los animales del campo, pero… al final de ese interminable desfile volvió a quedarse pensativo y es que para él no había encontrado una ayuda adecuada.

Dios, que lo amaba y conocía, volvió a darse cuenta de lo que sentía. Le había hecho mucha ilusión ponerle nombre a cada animal y que ahora el jardín no estaba tan silencioso, pero en ninguno de aquellos seres podía encontrar descanso, ayuda, un compañero igual que él con quien reir y conversar, reflexionar y trabajar, divertirse o descansar. Entonces Dios hizo caer a Adán en un sueño profundísimo que incluso pudo quitarle una costilla sin que se despertara. Y como Dios es así, capaz de crear el mundo de la nada, se puso de nuevo a la tarea. De aquella costilla formó con todo su cariño y cuidado una mujer y admirado de su valor y belleza, la llevó rápidamente ante el hombre para que la conociese. Cuando Adán despertó y vio a la mujer se llenó de asombro y alegría; y tan feliz se sintió que cantó la primera canción de amor de la historia: “ésta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”.

¿Sabes lo que significa este canto de alegría? Es lo que experimentamos todos cuando nos sentimos amados. Caemos en la cuenta de lo mucho que valemos cuando alguien nos mira con cariño, como diciendo: “qué majo eres” “qué bien me caes” o “¡cuánto te quiero!”. Los ojos de quien te mira con afecto son como un espejo que te devuelve la imagen auténtica de tu inmenso valor. Por eso Adán, que hasta ese momento andaba triste y perdido, descubre su identidad. Descubre a Eva, la mujer con quien si puede compartir su vida y también se descubre a sí mismo en la mirada de la mujer. Eva es su propia vida.

Dice el libro del Génesis que “estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro”. No experimentaban la necesidad de ocultarse ante la mirada del otro, de esconderse o de taparse –pues avergonzarse es cuándo piensas “tierra, trágame”-. Este parece un detalle sin importancia, pero es fundamental: sus cuerpos eran como un lago de aguas transparentes en los que se reflejaba la dignidad preciosa que Adán y Eva habían recibido de Dios. Aquella mirada primera del Padre, cuando Él, después de contemplar todo lo creado, lo había visto MUY HERMOSO.

Cuando nos enamoramos de verdad nos sentimos más cerca del cielo, porque descubrirnos preferidos y queridos nos acerca a Dios y nos hace felices. El amor humano, es un reflejo precioso de la mirada bondadosa de Dios Padre, que nos contempla lleno de ternura, con inmenso cariño. El amor conyugal refleja el amor de Dios y por eso ha sido elevado a un sacramento, el sacramento del matrimonio.


¿IGUALDAD- DIFERENCIA- COMPLEMENTARIEDAD?


El ser humano busca amor y no puede vivir sin él, ya que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Las personas hemos sido creadas para relacionarnos. Esta llamada a vivir en el amor, un encuentro, una relación, se prueba también en lo corporal: hemos sido creados seres sexuados, hombres y mujeres, y nuestro cuerpo sexuado nos recuerda que hay otra manera de existir, diferente a la nuestra, que completa nuestra humanidad. No "tenemos un sexo", sino que "somos" personas que existimos como hombres y mujeres. Ambas maneras de existir compartimos la misma dignidad y estamos llamados a ser semejantes a Dios desarrollando nuestras cualidades o capacidades. 


El hombre y la mujer se complementan a través de su propia naturaleza corporal, psíquica y espiritual. Ambos poseen cualidades que les son propias por su sexo. Hombre y mujer experimentan el mundo de forma diferente, solucionan tareas de manera distinta, sienten, planean y reaccionan de manera desigual. Podemos mirar las diferencias como una amenaza y establecer batallas, “la batalla de los sexos”, o reconocer la diversidad como una riqueza y vivir con paz que necesitamos “al otro” para completar nuestra humanidad.


Lee atentamente y responde a las preguntas:
  1. Según el relato, ¿cómo se sentía Adán antes de encontrarse con la mujer?
  2. ¿Qué dice Adán al conocer a la mujer? Explica sus sentimientos.
  3. Comenta esta frase del texto: “¿si no tienes con quien compartir tantas cosas hermosas de qué sirve tenerlas?”
  4. Comenta: “Estaban ambos desnudos, pero no se avergonzaban uno del otro”.
  5. El cuerpo ¿es bueno? ¿por qué?
  6. ¿Por qué el amor humano es un sacramento?
  7. Explica estas expresiones: hombres y mujeres comparten una igual dignidad, presentan una manera diferente de existir y son complementarios.
  8. Relaciona cada frase del Génesis con su explicación:

FRASES DEL GENESIS

EXPLICACIÓN
“Todo estaba muy bien”

A)Las personas necesitamos a los demás para ser felices.
“Ésta sí que es carne de mi carne”

B)El amor humano, el cuerpo, la sexualidad, son buenos, creados por Dios.
“No es bueno que el hombre esté solo”

C)La presencia de la mujer llena la soledad y tristeza transformándolas en alegría.
 “Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne.”

D)Tenemos una llamada, un deseo al amor conyugal. La entrega total del cuerpo es la expresión de la entrega total de la vida.
“Estaban desnudos”


E)Tenían una mirada limpia el uno hacia el otro, no para poseer o dominar.