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CAMPAMENTO DE VERANO

18 nov 2014

El mal y el pecado




El problema del mal ha traído de cabeza a los pensadores de todas las épocas y está presente en todas las religiones.


La presencia del mal es evidente. Tenemos abundante experiencia propia y ajena. Basta con ver un periódico cualquiera o conectar la radio o la televisión a la hora de las noticias.






Pero en torno al mal hay un buen número de preguntas cuya respuesta no es fácil. ¿Por qué existe el mal en el mundo? ¿De dónde proviene? ¿Quién dice lo que está bien y lo que está mal? Si Dios es bueno, ¿por qué permite el mal? ¿por qué Dios permite la enfermedad? ¿Puede provenir del mal uso que hacemos las personas de nuestra libertad?





Dios no ha creado el mal y no es indiferente al mal, al contrario, le duele profundamente. Ante ese dolor profundo Dios no permanece quieto. 





Dios actúa. Lo que ocurre es que actúa a su modo y eso es algo que suele resultarnos incomprensible y desconcertante.


¿Cuál es ese modo de actuar de Dios que no entendemos?


Ante el mal Dios actúa amando, y a mayor mal, más amor de Dios. Pero no es un amor cualquiera, ni un amor más entre todos los amores que conocemos: entre esposos, de padres a hijos, entre hermanos, amigos, etc.

El amor de Dios tiene un sello único y especial: es un amor de misericordia que sufre con el que sufre y llora con el que llora.