"INTERRUPCIÓN VOLUNTARIA DEL EMBARAZO"
No es interrupción.
Interrumpir es detener la continuidad de una acción, o sea, que luego se reanuda. En el aborto, obviamente, no hay reanudación posible. Podríamos hablar de frenar, liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, triturar... pero de interrumpir, ni por asomo.
No es voluntaria.
Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas, la decisión no es voluntaria, es obligatoria. En los abortorios de España no les muestran las ecografías de su embarazo, ni les informan de alternativas distintas a abortar. Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino acosadas por grandes dificultades frente a las que no ven otra salida. Sólo es libre quien tiene alternativas para optar. Y muchas mujeres se ven obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo.
"ES UN DERECHO DE LA MUJER LIBRE"
No es un derecho.
Toda mujer tiene derecho a recibir una educación sexual adecuada. Tiene derecho a recibir información sobre las alternativas. Tiene derecho a recibir asistencia psicológica y sanitaria. Tiene derecho a recibir ayuda económica. Pero ninguna tiene derecho a matar una vida, aunque viva dentro de su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida.
No es libertad.
La auténtica libertad nace del respeto a la vida, de la humildad, y de la generosidad hacia el otro. Hoy, abolida la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es propiedad de nadie. Ni siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como una propiedad suya; es más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo hasta que se pueda valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo. Hasta que ese hijo pueda también ejercer su propia libertad.
"ES UNA COSA QUE NO PASA NADA"
No es saludable.
Un aborto no es una irrelevante operación de apendicitis o de amígdalas. Ni una liposucción (aunque haya métodos abortistas tristemente parecidos). Es la muerte y extracción de un ser vivo e independiente de la madre que lo acoge.
Es, en muchos casos, una experiencia traumática que puede provocar, además de las físicas, secuelas psicológicas graves cuando la mujer (o la niña) que ha abortado es consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo. «Las mujeres no nos embarazamos de lechugas, sino de hijos» dice Esperanza Puente. Los testimonios de mujeres arrepentidas son desgarradores. Muchas sufren el síndrome post-aborto.